Otra vez un punto, pero un sabor distinto
Tigre empató 2 a 2 ante San Lorenzo en la noche del José Dellagiovanna. El cuervo abrió y cerró el tanteador con Ángel Correa a los 5 minutos y Emanuel Más sobre el pitazo final; El Matador lo había dado vuelta con Matías Pérez García y Ariel Nahuelpan ambos en la segunda parte.
Un apagón general, un corte de luz masivo; esa imagen dejó el instante en que la última bola de la noche volvía a meterse en el área. Como si las 15 mil personas al mismo tiempo hubiesen notado antes, el destino de esa pelota hacia la cabeza de Emanuel Más y de ahí a la red para igualar la contienda; para sacarle a los de Victoria dos puntos del bolsillo, dos unidades que estaban por depositar en el banco de la ilusión de permanencia. Todo silencio, ni para bronca dio la igualdad de la visita.
Desde esa igualdad los comentarios pasaron a ser los negativos, los de por qué Nahuelpan vive en el suelo, a Facundo Sánchez le cuesta cerrar a sus espaldas, otra vez arrancamos dormidos, cómo pareció Correa tan solo, no se nos da una; pero sobre todo, cómo quedó tan solo el ex San Martín de San Juan. Poco se habló del empuje de los de Alegre en la segunda etapa, de si fue o no penal sobre Canuto, de que Araujo al fin se paró de atacante, que hubo juego asociado, que los volantes fueron solo tres, que gran jugada el segundo gol, que bien entró Lucas Wilchez.
Pasaron cosas positivas en Tigre, las más vistosas en el complemento cuando empujados por la necesidad se entendió como en velocidad también se debe pensar, y ese oxígeno, esa cuota de calma la dio Wilchez que centró para el gol de Pérez García, que fue explosión, precisión y enganche para decirle a Nahuelpan “tomá, no te caigas y hacelo”, porque en una noche que parecía milagrosa el ex Chicago logró algo impensado, mantenerse de pie para empujar la pelota del triunfo transitorio, el que desataba la fiesta y la algarabía, que se apagó toda junta cuando en la última la bocha volvió al área.
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