Lo pierde Tigre
El Matador cayó 1 a 0 ante Boca en Victoria con un agónico tanto de Juan Román Riquelme. El local fue más que la visita pero no lo supo definir. En la última se lo llevó el Xeneize.
En el fútbol lo bueno se puede borrar rápido, en una sola jugada. Lo construido durante 90’ puede derrumbarse en tan solo uno y con ello todas las explicaciones posibles. Sin embargo, lo de Tigre se explica fácilmente.
El Matador mejoró, y mucho, en los últimos partidos. Maneja más la pelota, se anima al lujo y a buscar sociedades. Atrás quedan los encuentros que dependían de los quites de Arzura, las atajadas de Javier García y los arrestos individuales de Pérez García. Mucho más atrás la opaca imagen que dejaba el resto dentro de la cancha, casi como arrastrándose. Esto hizo que le alcance para sumar 6 puntos en los anteriores partidos, aunque incluso en los triunfos viene manifestando un problema grave: Convertir las aproximaciones en situaciones de gol.
Boca mostró ser un rival para marcar el contraste. Mientras los de Alegre dominaban la primera parte en acción, los de Bianchi lo hicieron en chances de convertir. Riquelme con un solo toque cedió para Acosta y el palo se lo negó, luego Riaño probó desde el borde del área y tapó Javi en dos tiempos y una más del pibe Acosta se fue cerca del poste. Hasta ahí Agustín Orión era un espectador de lujo. Hasta los 30’ donde Nahuelpan probó con un tiro libre, ninguna pelota fue próxima al arco rival. Ahí desencadenó dos más de riesgo, la más clara con la asistencia de Matías y una mala definición del ex Chicago al cuerpo de un arquero en el suelo y otra en un tiro lejano de Pérez García. Poco para el dominio y el ritmo con el que jugó la etapa inicial.
EL complemento tuvo menos ritmo, las apariciones de Wilchez fueron pocas y el equipo lo sintió. Con Itabel cansado el ingreso de Araujo cambió el esquema a tres volantes y misma cantidad de hombres en ataque. Ahí se terminó de quebrar el equipo, se perdió el control del mediocampo y el partido se hizo más feo. En esa fealdad apenas maquillada por un tiro libre de Pérez García a las manos de Orión, Riquelme apareció solo en ese mediocampo desarticulado; miró al arco, se acomodó y remató con potencia y dirección al poste derecho de Javier García que voló y nada pudo hacer. Se quemaron los papeles, se apagaron las sonrisas se perdió el punto que se estaba cosechando, en errores viejos, en la incapacidad de poder dejar a un delantero mano a mano con el arquero rival.
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